Introducción
El sector inmobiliario español ha experimentado grandes transformaciones en las últimas décadas. Se pasó de una profesión fuertemente regulada y colegiada a una liberalización casi total a comienzos de los 2000. En su día se desmitificó la necesidad de una regulación formal estricta de la profesión inmobiliaria, y la realidad demostró que el mercado podía funcionar sin una licencia obligatoria estatal para cada agente Aun así, con el tiempo han surgido nuevas formas de regular y profesionalizar el sector: proliferan asociaciones, códigos éticos y normativas autonómicas que buscan dar garantías al público. Mientras tanto, la esencia del oficio inmobiliario –basada en la confianza, la experiencia y el trato humano cercano– permanece inalterada pese a la digitalización y a la aparición de “gurús” o herramientas tecnológicas de moda.
El presente informe analiza la realidad inmobiliaria actual en España, abordando la evolución de la regulación profesional, los datos recientes del mercado (tanto de compraventa como de alquiler), las tendencias de digitalización, y reflexionando sobre casos de éxito y fracaso vinculados a la falta o exceso de regulación. El tono busca ser cercano y conciliador, poniendo en valor el verdadero oficio inmobiliario que muchos profesionales ejercen con pasión.
De la colegiación obligatoria a la liberalización: breve recorrido histórico
Durante gran parte del siglo XX, el agente inmobiliario en España debía estar colegiado como Agente de la Propiedad Inmobiliaria (API) y cumplir requisitos formativos y legales para ejercer. Sin embargo, con el objetivo de dinamizar el mercado, en el año 2000 el Gobierno eliminó estas exigencias mediante la liberalización del sector. Desde entonces no es necesario contar con titulación específica ni pertenecer al Colegio Oficial de APIs para trabajar como agente inmobiliario por cuenta propia; basta con darse de alta como autónomo y cumplir las obligaciones fiscales pertinentes.
Esta liberalización “abrió las puertas a que cualquier persona pudiera dedicarse a la intermediación inmobiliaria”, suprimiendo requisitos como formación previa, un domicilio comercial obligatorio o seguros de responsabilidad civil. En aquel momento muchos celebraron la medida, pues se pensaba que eliminar barreras impulsaría la competencia y bajaría los costes. De hecho, el número de agencias y agentes creció de forma notable durante el boom inmobiliario de los 2000. La idea de que la profesión podía autorregularse sin un carnet oficial se validó en cuanto a que el mercado siguió operando y alcanzó volúmenes récord de transacciones en aquella década.
No obstante, la liberalización también tuvo un lado oscuro: intrusismo profesional y casos de malas prácticas. Al calor del boom “aparecieron, como sombrillas en agosto, intermediarios sin preparación aprovechando el dinero fácil”, lo que derivó en abusos a consumidores. Ya en 2006, el gobierno estudió volver a regular la intermediación ante las numerosas quejas (entrega de señas sin garantías, honorarios desmedidos, falta de contratos claros, etc.). Aquella iniciativa no prosperó debido a la crisis de 2008, consolidándose de facto un entorno liberalizado pero con la lección de que la profesionalidad debía cuidarse de otras maneras.
La regulación actual: asociaciones, códigos éticos y registros autonómicos
Hoy en día no existe una licencia estatal obligatoria para ser agente inmobiliario en España, pero el sector ha desarrollado mecanismos alternativos de regulación y control de calidad. En primer lugar, las propias asociaciones profesionales han cobrado protagonismo. Existen numerosos colectivos y federaciones (colegios de API, MLS locales, agrupaciones autonómicas, etc.) que agrupan a inmobiliarios comprometidos con ciertas normas. Estas asociaciones imponen códigos éticos a sus miembros para garantizar buenas prácticas: por ejemplo, redes como ACEGI en Canarias o Alianza Sevilla en Andalucía exigen a sus más de 100 agencias asociadas cumplir reglas de transparencia y calidad de servicio de forma rigurosa. En el caso de Alianza Sevilla, esta asociación de inmobiliarias ya representa aproximadamente al 30% del sector inmobiliario de la ciudad, con un código ético común orientado a acabar con las malas praxis y ofrecer un servicio excelente. Esta autorregulación voluntaria demuestra cómo una parte del sector se autoimpone estándares altos incluso sin una ley de por medio.
Además de la vía asociativa, en años recientes varias Comunidades Autónomas han implantado sus propias normativas para ordenar la actividad inmobiliaria. La pionera fue Cataluña, donde desde 2010 es obligatorio obtener la acreditación de Agente Inmobiliario de Catalunya (AICAT) y estar inscrito en el Registro oficial de agentes inmobiliarios para poder ejercer. Le han seguido pasos similares la Comunidad Valenciana (que creó un registro obligatorio en 2022) y las Islas Baleares, con el objetivo de aumentar la transparencia y proteger a los consumidoresi. En comunidades como Madrid, Canarias, Navarra o País Vasco existen registros de agentes pero de carácter voluntario. Por su parte, Andalucía incluyó en 2018 la creación de un registro de agentes en su legislación, pero su puesta en marcha se ha paralizado en la práctica.
Esta variedad de situaciones refleja una regulación fragmentada: solo algunas regiones exigen inscripción obligatoria (Cataluña, C. Valenciana, Baleares), mientras otras optan por recomendaciones o registros opcionales. A pesar de ello, la tendencia general es hacia cierta profesionalización: incluso donde la ley no obliga, muchos profesionales se adhieren voluntariamente a algún colegio o certificación para acreditar su seriedad. Por ejemplo, un agente inmobiliario en España puede colegiarse como API (acreditando formación universitaria o específica) para distinguirse, aunque no sea un requisito legal para operar. En resumen, el sector ha encontrado vías de autorregulación: desde la federación FAI (Federación de Asociaciones Inmobiliarias) con su propio código deontológico, hasta los registros autonómicos que buscan garantizar formación mínima, existen hoy nuevas formas de “regular” la profesión al margen de una ley estatal.
Un sector en cifras: ventas, precios y alquileres en 2024
Para entender la realidad actual, conviene repasar algunos datos recientes del mercado inmobiliario español:
Volumen de compraventas: Tras alcanzar un pico de 650.000 viviendas vendidas en 2022, el mercado redujo actividad en 2023 (-10,2% anual) por la subida de tipos hipotecarios. Aun así, el nivel se mantuvo elevado en términos históricos. Entre enero y agosto de 2024 se registraron en torno a 578.000 compraventas anualizadas, una cifra todavía muy por encima del promedio de 450.000 ventas anuales de 2015-2019 Es decir, pese a la ligera desaceleración, la demanda de vivienda en 2024 sigue robusta. Se observa además un repunte de la obra nueva (+7,7% interanual en 1º semestre 2024) frente a la segunda mano (-3,1%), aunque las viviendas usadas continúan siendo el ~80% de las operaciones.
Evolución de precios de venta: El desequilibrio entre oferta limitada y alta demanda ha empujado los precios al alza. En la primera mitad de 2024, el precio de la vivienda subió un 7,1% interanual en España. Las viviendas nuevas lideraron la subida con +10,7% anual, pero incluso la vivienda de segunda mano aumentó alrededor de +6,5%. Esta tendencia alcista, potenciada por la mejora económica y la persistente escasez de stock, supone que en 2024 el mercado haya retomado crecimientos no vistos desde antes de la pandemia. Para 2025 se anticipa cierta moderación (en torno al +4% nominal), pero siempre por encima de la inflación esperada. La consecuencia es una creciente dificultad de acceso a la vivienda para muchos ciudadanos, un tema que ya preocupa por sus efectos sociales (movilidad laboral, emancipación, natalidad, etc.).
Situación del alquiler: El mercado del alquiler residencial se encuentra en máximos históricos de precios. Según datos de Fotocasa, 2024 cerró con un aumento anual del 14% en el precio medio del alquiler, situándose en diciembre en 13,29 €/m² al mes (más de 1.000 euros mensuales para un piso medio de 80 m²). Este incremento del 14% es el más alto desde 2018, reflejando una fuerte tensión por la oferta limitada y la demanda creciente. De hecho, casi todas las comunidades autónomas registraron en 2024 las mayores subidas de alquiler de su historia reciente. Madrid (+18,6% en un año) y Murcia (+16,6%) lideraron las alzas regionales. El desequilibrio estructural entre la falta de vivienda asequible en alquiler y la necesidad habitacional (agravado por factores como la reducción de vivienda social o la incertidumbre legislativa) ha llevado los precios a este récord. Como resultado, los españoles destinaron en 2024 casi la mitad de su salario de media al pago del alquiler, una carga difícilmente sostenible según analistas.
Gráfico 1. Variación anual del precio medio de la vivienda en alquiler en España (2007-2024). El año 2024 cierra con un +14%, récord reciente y solo superado por 2018. La fuerte subida actual contrasta con las caídas de precios ocurridas tras la burbuja inmobiliaria (periodo 2008-2013, barras rosadas negativas).
Tendencias de digitalización: La tecnología se ha convertido en un aliado indispensable en el sector inmobiliario español. Portales online como Idealista, Fotocasa o concentran buena parte de la visibilidad de las ofertas, y prácticamente toda búsqueda de vivienda comienza hoy en Internet. Las agencias han invertido en herramientas como CRM (software de gestión de clientes), visitas virtuales, firma digital de contratos, big data para análisis de mercado, etc. De hecho, el 68% de las empresas inmobiliarias en España tienen como prioridad estratégica la especialización y la digitalización, según un informe de la consultora Arbentia. España figura ya en el Top 5 mundial en inversión PropTech (tecnología aplicada al real estate), lo que indica la apuesta por modernizar la forma de comprar, vender y alquilar. Algunas tendencias clave incluyen el uso del móvil (ya principal vía de acceso de clientes), la inteligencia artificial y big data para conocer mejor las preferencias de los compradores, la realidad virtual para mostrar propiedades a distancia, chatbots que atienden consultas 24/7, y software para gestionar documentación de forma telemática. La pandemia de COVID-19 además aceleró muchas de estas innovaciones, normalizando las visitas remotas y la firma digital. En resumen, el sector se transforma digitalmente: desde la búsqueda de propiedades hasta la firma, cada vez más pasos son online. No obstante, esta modernización convive con métodos tradicionales, y muchos líderes del sector enfatizan que la tecnología viene a complementar, no a sustituir, el trabajo humano en la inmobiliaria.
Lo que no cambia: la esencia del oficio inmobiliario
A pesar de todos los cambios normativos y tecnológicos, los profesionales coinciden en que lo fundamental en el oficio inmobiliario no ha cambiado realmente. ¿Qué es lo fundamental? En esencia, las personas. Comprar o vender una vivienda es una decisión vital, probablemente la más importante a nivel financiero para muchas familias. Por ello, elementos como la confianza, la empatía, la honestidad y el conocimiento experto siguen siendo el núcleo del trabajo del agente inmobiliario, igual que lo eran hace décadas.
Ni las leyes ni las herramientas digitales pueden reemplazar la capacidad de un buen agente para entender las necesidades reales de su cliente y acompañarlo durante todo el proceso. Un informe del sector destacaba que la conexión humana es el principal valor añadido de los agentes: escuchar activamente, comprender las emociones y preferencias del cliente y crear una relación personal sólida son labores insustituibles por una máquina. Por ejemplo, ningún algoritmo puede igualar el trato personalizado o la adaptación a la situación única de cada comprador/vendedor. Asimismo, el conocimiento profundo del mercado local (desde el valor de cada calle hasta los trámites municipales) es algo que los agentes experimentados aportan y que las plataformas digitales por sí solas no logran ofrecer.
Otro aspecto eterno es la habilidad de negociación. Un agente preparado sabe mediar entre las partes, gestionar las expectativas y llegar a acuerdos beneficiosos. Estas negociaciones a menudo son complejas y requieren tacto humano, interpretación de matices y hasta intuición, cualidades desarrolladas con la experiencia. Igualmente, el agente actúa como guía en el entramado legal y burocrático de cada operación, brindando seguridad jurídica al cliente. En definitiva, más allá de modas, el éxito en inmobiliaria sigue descansando en habilidades clásicas: comunicación eficaz, servicio al cliente, ética profesional, capacidad de resolver problemas y un genuino interés por ayudar a las personas a encontrar su hogar o realizar una buena inversión.
Muchos veteranos del sector afirman que, si un agente domina el oficio de verdad, las fluctuaciones del mercado o las nuevas herramientas importan menos. La confianza y la reputación personal continúan siendo la piedra angular: los clientes confían más en un ser humano con quien han construido una relación, que en una plataforma tecnológica sin rostro. Ese factor confianza solo se logra mediante transparencia, cumplimiento de promesas y, en definitiva, actuando con profesionalidad consistente. Por eso, aunque hoy cambie la forma de captar clientes (por ejemplo, vía redes sociales) o de promocionar inmuebles (fotografías profesionales, tours virtuales, etc.), el “verdadero inmobiliario” sigue pasando por mirar a los ojos al cliente, entender qué sueña y qué le preocupa, y asesorarle con honestidad.
Tecnología y “gurús”: herramientas útiles, pero nunca sustitutos del trato humano
En los últimos años, al calor de la digitalización, han proliferado multitud de “gurús”, líderes de opinión y soluciones tecnológicas milagrosas en el sector inmobiliario. Es habitual ver cursos, seminarios y libros que prometen técnicas infalibles de venta, o software CRM que supuestamente multiplica las operaciones casi de forma automática. Esta avalancha puede generar cierta ansiedad en el profesional inmobiliario tradicional: parece que si no sigues al último coach de moda o si tu agencia no utiliza el CRM X o Y, te vas a quedar atrás. Sin embargo, conviene tener una visión equilibrada y crítica al respecto.
Por un lado, es innegable que la formación continua es positiva. Muchos de estos “gurús” transmiten estrategias de marketing, metodologías de organización o consejos comerciales que pueden ayudar a mejorar. Del mismo modo, un buen CRM u otra tecnología bien empleada sí mejora la eficiencia: permite gestionar mejor la cartera de inmuebles, hacer seguimiento de leads, automatizar tareas repetitivas y en general ofrecer un servicio más ágil. La clave está en entender estas herramientas como lo que son: apoyos al trabajo, no sustitutos. Ningún sistema informático cierra una venta por sí solo ni crea por arte de magia un vínculo con el cliente. En palabras de un experto, “la tecnología no puede igualar el nivel de confianza y cercanía que aporta un agente humano experimentado”. El toque personal sigue siendo determinante incluso si usamos WhatsApp, videollamadas o email para comunicarnos: detrás de cada mensaje tiene que sentirse una persona empática y resolutiva, no un robot.
Respecto a los “líderes” y nuevos modelos de negocio, cabe señalar que muchas proptech (startups tecnológicas inmobiliarias) han intentado prescindir del agente tradicional para abaratar costes. Surgieron agencias online de tarifa plana o portales de ventas entre particulares con la promesa de “revolucionar” el mercado. Si bien han logrado ocupar un nicho, no han hecho desaparecer a las agencias clásicas ni mucho menos. De hecho, algunas de las inmobiliarias digitales más disruptivas han acabado incorporando agentes humanos en su modelo al comprobar que el proceso 100% self-service no satisfacía a todos los clientes. Esto refuerza la idea de que el factor humano sigue siendo imprescindible.
En definitiva, es positivo que los profesionales inmobiliarios adopten nuevas tecnologías y se formen con enfoques modernos –quedarse inmóvil no es opción–, pero siempre manteniendo el foco en las relaciones humanas. Un CRM potente ayudará a recordar las necesidades de cada cliente, pero la venta se concreta con una conversación honesta. Un curso de un gurú motivacional puede inspirar nuevas ideas, pero la confianza del público se gana con credibilidad y cercanía reales. Como en tantos campos, en inmobiliaria la tecnología más avanzada debe combinarse con el “toque humano” para alcanzar la excelencia: no se trata de sustituir el trato personal, sino de potenciarlo con las herramientas adecuadas.
Casos prácticos: el impacto de la (des)regulación – éxitos y fracasos
La falta o el exceso de regulación en el sector inmobiliario han dado lugar a diversas situaciones de éxito y fracaso de las que conviene extraer lecciones:
Éxito sin regulación formal: La liberalización del 2000, si bien tuvo problemas, también permitió una expansión dinámica del sector. La ausencia de trabas para ejercer hizo posible la entrada de nuevos emprendedores, el crecimiento de redes inmobiliarias por franquicia y la rápida adaptación a ciclos económicos. Por ejemplo, durante la recuperación post-crisis (2014-2019) surgieron multitud de agencias independientes y nuevas franquicias en toda España, aprovechando que la barrera de entrada era baja. Muchas de ellas prosperaron gracias a la autorregulación y la profesionalidad individual. Un caso ilustrativo es Cataluña: antes de implantar AICAT, los propios colegios API y agrupaciones voluntarias ya venían formando a agentes y otorgando distintivos de calidad. Es decir, incluso sin ley, los buenos profesionales encontraron vías de acreditarse y ganarse la confianza del cliente mediante reputación, referencias y adhesión a estándares privados. El mercado, en cierto modo, castigó a los agentes poco éticos (que acabaron fuera del negocio tras malas experiencias) y premió a quienes se esforzaron en hacer bien las cosas. La consolidación de plataformas colaborativas (MLS) en numerosas provincias es otro éxito atribuible a la autorregulación: inmobiliarias que antes competían aisladamente se unieron para compartir exclusivas y seguir un código común, mejorando el servicio sin necesidad de imposición gubernamental.
Excesos de regulación fallidos: Por otro lado, imponer requisitos demasiado rígidos ha demostrado generar rechazo e incluso ser contraproducente. Un ejemplo reciente lo encontramos en la Comunidad Valenciana: su decreto de 2022 exigía a los agentes inscritos disponer de un aval de 60.000 € y un seguro de responsabilidad civil de 100.000 €, entre otras condiciones de solvencia. Estas exigencias fueron anuladas por el Tribunal Superior de Justicia valenciano a petición de la Comisión Nacional de la Competencia, al considerarlas barreras de entrada injustificadas que no mejoraban realmente la protección del consumidor. La sentencia señaló que fijar cuantías fijas (aunque sean mínimas) limita el acceso a la profesión “sin suponer una mejora para los consumidores”. En su lugar, sugirió que hubiera sido más proporcional graduar los avales según el volumen de operaciones de cada agente, por ejemplo. Este caso evidencia que una sobrerregulación puede ahogar la competencia y acabar siendo revertida. Asimismo, la experiencia andaluza también es aleccionadora: se legisló crear un registro obligatorio en 2018, pero el exceso de trámites y posiblemente la oposición de algunos colectivos hizo que el registro nunca se implementara de forma efectiva (fracaso por sobrecarga burocrática). En resumen, cualquier intento de regulación debe buscar un equilibrio: proteger al cliente de intrusismo y fraude, sí, pero sin imponer trabas desproporcionadas que impidan el normal desarrollo de la actividad empresarial inmobiliaria.
Falta de regulación y abusos: Como contrapunto, también hay fracasos atribuibles a la ausencia de control. Volviendo al auge de intermediarios inexpertos durante la burbuja 2000-2007, se produjeron numerosos conflictos: depósitos de reserva perdidos por mala gestión, compradores engañados con información falsa, agentes que cobraban comisiones a ambas partes sin transparencia, etc.. Estas prácticas dañaron la imagen del sector. La desconfianza de muchos particulares hacia las agencias que aún persiste en parte, se forjó en aquellos años de “todo vale”. Según un exponente del colectivo API, 15 años después de la liberalización total, la Administración no había hecho nada para proteger a los consumidores, viéndose todavía casos de personas sin capacitación gestionar. Es decir, la falta de un marco común dejó un talón de Aquiles: profesionales excelentemente preparados conviviendo con otros absolutamente improvisados, todos bajo la misma etiqueta de “agente inmobiliario”. Algunos consumidores salieron escaldados de malas experiencias y extendieron la mala fama a todo el gremio. Esto muestra que un mínimo control es necesario para evitar que unos pocos dañen la reputación de todos. De hecho, uno de los dramas señalados por el propio sector es que, debido a esa desconfianza generada, muchos propietarios optan por no contar con agentes y vender por su cuenta, privando de actividad a las agencias serias. Así pues, la autorregulación por sí sola no siempre alcanza a frenar a los “paracaidistas” del negocio inmobiliario que aparecen en épocas de bonanza. Hace falta también pedagogía al cliente y, según muchos, un marco legal básico.
Casos de éxito con regulación adecuada: Finalmente, merece destacarse cuando una regulación equilibrada sí ha dado buenos frutos. El caso de Cataluña suele citarse como referencia: desde la implantación del registro AICAT, más de 10.000 agentes y empresas se han inscrito cumpliendo requisitos de formación y seguros (cifra ilustrativa, no oficial). Esto ha permitido al público consultar fácilmente si un agente está habilitado, elevando la confianza. Asimismo, colegios como API de Barcelona reportan una reducción en intrusismo gracias a esta medida, pues quienes no cumplen condiciones quedan expuestos y pueden ser denunciados. Otras comunidades con registro obligatorio (Valencia, Baleares) están ahora encaminadas en ese proceso, aprendiendo de aciertos y errores. Por otra parte, a nivel privado, las certificaciones de calidad están marcando diferencias: por ejemplo, hay agencias que obtienen sellos ISO de servicio inmobiliario o adhesiones al Sistema Arbitral de Consumo, lo cual les da un plus de credibilidad ante los clientes. También se pueden considerar éxitos aquellas iniciativas sectoriales donde colaboración y ética van de la mano: véanse los MLS locales que comparten listados con transparencia (evitando duplicidades y engaños) o las plataformas de opiniones verificadas que ayudan a identificar a los agentes mejor valorados. Todos esos casos muestran que cuando la regulación –sea pública o autoimpuesta– es sensata y bien enfocada, mejora el funcionamiento del mercado. El reto está en extender estas buenas prácticas a todo el territorio nacional de forma homogénea.
Conclusión: mirando al futuro con los pies en la tierra
La realidad inmobiliaria actual en España es, en muchos sentidos, un punto de encuentro entre lo nuevo y lo tradicional. Hemos visto un sector que aprendió a caminar sin la muleta de la colegiación obligatoria, desarrollando sus propios apoyos en forma de asociaciones y códigos éticos. También un mercado muy activo, con cifras de compraventas y alquileres en niveles elevados y desafíos importantes en materia de acceso a la vivienda. Al mismo tiempo, la tecnología está redefiniendo las formas de trabajar, pero no el fondo del trabajo.
Para los profesionales inmobiliarios, el mensaje es esperanzador y realista a la vez. Las nuevas herramientas, los cursos de formación, las normativas emergentes… todo suma, pero nada sustituye la esencia del oficio. Esa esencia es la que seguirá diferenciando a un buen agente: la capacidad de generar confianza a través de un servicio honesto y cercano. Parafraseando una idea compartida por muchos veteranos, las mejores operaciones inmobiliarias siguen empezando con un apretón de manos (o su equivalente virtual) y una mirada directa y sostenida. Ya sea online u offline, el cliente quiere sentir que detrás de la transacción hay un ser humano que lo comprende y vela por sus intereses.
De cara al futuro, es probable que veamos más profesionalización: posiblemente avances hacia una cierta regulación estatal mínima (como piden algunas asociaciones) o al menos una armonización de los registros autonómicos. También presenciaremos más innovación tecnológica, con inteligencia artificial ayudando a tasar inmuebles o realidad virtual haciendo las visitas más eficientes. Pero ninguna innovación debería hacernos perder la fe en el “verdadero oficio inmobiliario”, ese que se construye día a día con trabajo duro, conocimiento y cercanía.
En conclusión, el sector inmobiliario español de hoy combina retos antiguos (ganarse la confianza del cliente, evitar malas prácticas) con desafíos modernos (digitalización, cambios normativos). Los profesionales que logren integrar ambas dimensiones –aprovechando las nuevas herramientas sin olvidar la importancia del trato humano– serán los que marquen la diferencia. El ladrillo evoluciona, pero las personas y sus sueños de hogar siguen estando en el centro. Mantengamos viva esa visión humana de nuestra profesión, apoyándonos en toda mejora que venga pero sin olvidar nunca que este es un negocio de personas para personas. Como se suele decir en el sector: “casas hay muchas, pero cada cliente es único”. Y atender a cada cliente con autenticidad seguirá siendo la piedra angular del éxito inmobiliario en España, ahora y siempre.
Referencias/Fuentes
CaixaBank Research – Mercado inmobiliario español 2024-2025: en modo expansivo (Informe sectorial, nov. 2024)caixabankresearch.comcaixabankresearch.com.
Fotocasa (Europa Press) – Las inmobiliarias instan al Gobierno a regular la actividad profesional del sector ante la falta de formación (noticia, 9 Oct 2023)blogprofesional.fotocasa.esblogprofesional.fotocasa.es.
Idealista News – Las diferencias y requisitos para ser agente inmobiliario en España, Italia y Portugal (artículo, 3 Oct 2024)idealista.comidealista.com.
Blog Fotocasa Profesional – El alquiler sube un 14% en 2024, la subida más alta desde 2018 en España (informe, 15 Ene 2025)blogprofesional.fotocasa.esblogprofesional.fotocasa.es.
Arbentia / Funds Society – Las empresas españolas del sector inmobiliario alcanzarán la madurez digital en 2024 (nota de prensa, 8 May 2023)fundssociety.com.
Floorfy Blog – 6 razones por las que la tecnología no sustituirá a los agentes inmobiliarios (post, s.f.)blog.floorfy.comblog.floorfy.com.
Aquimicasa (Eduardo Lizarraga) – Con la liberalización del sector como castigo (artículo de opinión, 19 Jul 2018)aquimicasa.netaquimicasa.net.
Poder Judicial – El TSJCV anula varios requisitos del Registro de Agentes Inmobiliarios de la C. Valenciana (sentencia TSJCV, 17 Ene 2025)poderjudicial.espoderjudicial.es.
FIM Ibérica – Ser agente inmobiliario: una forma de encarrilar tu futuro profesional (blog, 31 Mar 2022)fimiberica.com.
Inmogesco – Asociaciones inmobiliarias en España más importantes (blog, 2020)inmogesco.cominmogesco.com.