Una clienta te escribe un domingo por la tarde.Ha recibido el borrador del contrato y no entiende dos cláusulas.Te dice: “Perdona que moleste fuera de horario…”Y tú respondes. No porque te paguen por eso, sino porque sabes que ese mensaje encierra incertidumbre, y tú no dejas sin respuesta la incertidumbre de nadie.
Ser profesional inmobiliario no es como lo pintan. No es solo abrir puertas y sonreír para una foto. Es atender cuando no toca.Explicar lo mismo con paciencia por quinta vez.Coordinar lo que nadie ve.Y aguantar bien plantado cuando todo se enreda.
Estás ahí cuando una pareja se echa atrás a última hora.Cuando una herencia divide a la familia.Cuando el banco no responde y el cliente te toma por su gestor.Cuando alguien se sienta contigo con el miedo de perder sus ahorros.
Y tú estás. No porque te sobren fuerzas,sino porque te importa lo que haces.
Esto no va de vender casas.
Va de acompañar decisiones importantes. De sostener procesos largos, tensos, a veces ingratos. De asumir problemas que no eran tuyos y resolverlos como si lo fueran.
Sí, hay días en los que estás a punto de apagar el teléfono.Y otros en los que te preguntas si compensa tanto esfuerzo.Pero justo entonces, pasa algo:una sonrisa, un “gracias por todo”, un “sin ti no lo habríamos conseguido”…Y recuerdas por qué estás aquí.
No necesitas que te aplaudan.Sólo que el cliente llegue bien al final.Y si puede ser, con la cabeza clara y el corazón tranquilo.
Por eso, si hay herramientas que te ayudan,que te hacen más fácil lo que ya haces con entrega,no hace falta que hagan ruido.Sólo que estén cuando las necesitas.Sólo que funcionen.Sólo que no fallen, como tú no fallas.
El recurso que te respalda como tú respaldas a los demás:con oficio, con alma y sin hacer sombra.
